domingo, 9 de octubre de 2011

VENTANA


Una niña de pecas que creció pronto

Y la mujer de negro y cristales

Se conocieron para habitar en mí.


Se regalaron lunares

Y se mostraron los pezones.

El filo de las cosas que entrepunzan y entreduelen.


Tuvieron tiempo para sentarse a contar chistes

Y merendar toda la carta de postres después del bocadillo de lomo.

Se tumbaron de la mano para no pelear

Y terminaron arrojando astillas.


Por eso miro dulce

Y luego me crece un muro.

Con los golpes de una y los mordisco de la otra

No pasa un día sin colorear el cuerpo.

Desde el desorbitado grito eufórico

Al dolor de apéndice que te deja llorando.


En algún momento decidieron ser sirenas

Y la sed brotaba a borbotones entre los botones del chubasquero amarillo.

Aquel que utilizaron para pasear entre coches en la gran vía.

La misma calle que las vería juntas dejando caer palabras en árabe.


Se entrepinchan las burbujas idealistas

En la tela de ajedrez de búho nocturno

A veces corren

A veces se estrellan

A veces se consuelan por haberse desayunado tanto.



Hoy habitan en desorden

Y se reparten los verbos de interior.

Las cartas sin 28 cero

Y los cuadros que nos quedan por colgar.

Se beben las canciones de Marwan y Tontxu,

Los versos de Isabel.

Las conchas entrelazadas con cascabel que nos suben hasta el techo.



A la mujer le crecieron de pronto las pecas

Y la niña se vistió de negro.

Se miraron dentro del cristal

Y se atraparon para dejar de ser nada

La una sin la otra.


Habitaron en mí

Aunque yo nunca recuerdo cuando

Colgué el cartel de “comparto piso”

Y poco a poco, se van dejando conocer.



Ya veremos, dentro de unos años

Qué dice el espejo.

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